Vuelta a casa...

Ya de vuelta quisiera aprovechar el chance para cerrar un bonito círculo de experiencias, o más bien, para poner un broche de oro que sirva también de trampolín para compartir experiencias y para darle un buen toque navideños a nuestras vidas. Después de 27 horas de viaje de regreso, por fin, me encuentro en casita, con todos los que quiero a rabiar. Aunque debo confesar que parte de mi corazón se ha quedado por aquellas tierras panameñas. Le doy gracias a Dios por todas las experiencias que me ha brindado. La oportunidad de ser asesor y consultor me va a permitir elaborar un informe profundo que sirva para confirmar proyectos, limar deficiencias y poner los puntos sobre ies que reclaman arreglos de urgencia. Ese es mi poder ahora, y por tanto, mi gran responsabilidad. Porque esos informes se quedan en la asesoría técnica de la AECI (Agencia Española de cooperación internacional) en el ministerio de desarrollo social de panamá, en el Fondo MIxto Hispanoamericano y en la embada española de Panamá y desde ahí se hacen los cambios oportunos. La valoración que se hace de mi estancia allá es genial. La gente se ha quedado fascinada(un término muy usado allá) de mi trabajo. La unanimidad en al evaluación sugiere que se han movido fichas muy importantes. Darle un giro a los procesos de intervención con menores que tienen medidas socioeducativas, reestructuras los protocolos de actuación y orientar la intervención, así como cohesionar a equipos y remover las conciencias y los corazones, no era tarea fácil para equipos que llevaban trabajando muchos años y tenían defectos de acción adquiridos y muy interiorizados. La metodología y la forma de ser han sido esenciales para ser efectivos en el trabajo. Estoy muy, muy contento por todo, también por ver que mi trabajo se ha valorado muy bien. No puedo dejar pasar estos momentos para hablaros de algunas experiencias intensas vividas en las semana. El miércoles estuve en Chapala. Es una escuela de formación profesional y vocacional. Más que una escuela, es una ciudad formativa. Los hermanos amigonianos, los capuchinos de Francesco, son los que coordinan y llevan adelante esta experiencia que cuenta con más de cuarenta años de historia. Allá vive una comunidad de frailes menores que tienen una proyección pastoral iningualable. Es el sueño de Don Bosco para los más jóvenes más pobres, hecho realidad aunque sea por otra congregación. Aunque toma mucho sentido que San Francisco siempre oriento su vida hacia los más pobres, al servicio de los leprosos. Ellos sí mantienen fiel su vocación. Chapala, está en medio de la selva, en un entorno inmejorable. Allá hay edificios de varias plantas con los talleres: madera, albañilería, mecánica, electricidad, forja...una iglesia, un comedor extraordinario, pabellones deportivos, escuelas primarias e intermedias, siete campos de football de hierba, edificios para los muchachos, con dormitorios y salas de recreación, todo clasificado por edades, porquerizas, granja, piscina...En fin, que allá viven casi trescientos pelaitos. De entre ellos, casi ciencuenta son menores infractores, que aprenden un oficio y ejecutan su medida judicial allá. Cuando finaliza su formación, salen con su titulo profesional y proyección laboral. Asimismo, Chapala hace las matrículas de los carros de todo el país. Estas matrículas deben cambiarse todos los años. El director es un burgalés-andaluz con grandes ideas, las cositas muy claras y dos huevos para afrontar todo lo que se le viene encima. Esta experiencia al pisarla sobre el terreno, hablar con los muchachos, empaparme de juventud y de vida nueva, me hizo plantearme las tonterías que a veces tenemos en nuestro mundo occidental europeo, y la necesidad de proyectos eficaces para los menores allá en España. No obstante, tenemos grandes dificultades porque nuestra juventud está perdiendo algo maravillos que todavía tienen acá: cierta ingenuidad e inocencia. Los nuestros están socializados por exceso. Este baño de experiencias provocó momentos de felicidad y alguna lagrimita brotara de mis ojos. El jueves dormí en casa de Marc, en Clayton, la zona revertida de las bases americanas. Allá en medio de la selva, se ven luciérnagas por las noches, monos, mapaches y osos hormigueros. Algún que otro perezoso moviéndose entre los cables de alta tensión. Otro mundo. la convivencia con Marc, Leti y su pequeño Milo de cinco meses, genial para el corazón. Es el responsable del proyecto y tenemos muchas cosas en común. Ellos han vivido en numerosos países dle mundo en proyectos de cooperación. Y su perspectiva de la vida va mucho más allá, siempre en la frontera de la solidaridad. El viernes estuvimos de vuelta en SAn Miguelito. El nuevo equipo técnico de tareas socioeducativas se ha trasladao allá y ha recogido con ilúsión y entusiasmo los nuevos procesos a seguir en la intervención con menores infractores. En el barrio me llaman ya Miguelito y desean con fervor que se monte un centro de día, pero esa ya es y será otra historia.

Por la noche, todos en un brindis de despedida y una cena muy emotiva. Agradecimientos y besos. Pero el más agradecido, sin duda, soy yo, por todo y para todos.

Miles de besos,

Migue